(origen)
29 nov 2012
19 nov 2012
17 nov 2012
☞ (texto) Jose Antonio Ramos Sucre
“EL ALUMNO DE TERSITES
Yo me había internado en la selva de las sombras sedantes, en donde
se holgaba, según la tradición, el dios ecuestre del crepúsculo. Era un
sagitario retirado del mundo y sustraído a la alegría y recibió por ello
el castigo de una muerte anticipada. El numen de la luz le guardó un
duelo continuo y le encomendó la hora ambigua del día.
Su amada había recibido la merced de la inmortalidad y recorría las
veredas y atravesaba la espesura del monte, en donde reinaba
perpetuamente la misma hora, a la vista de los celajes cárdenos.
Un pensamiento supremo la había enmudecido.
El matorral componía una alfombra delante de sus pies y los árboles,
soñando con el mediodía rutilante, arrojaban sobre su cabeza una lluvia
de flores martirizadas.
Yo me había internado en la soledad silvestre, llevando de compañero al
bufón desterrado de la corte. Decía sus gracejos en forma de argumento,
parodiando risueñamente a los escolares y doctores. Shakespeare lo
mienta en uno de sus dramas. Había incurrido, por imprudente, en el
enojo de un rey venerable y de sus hijas.
El bufón dirigió la palabra, en son de festividad, a la mujer del bosque
entredicho, elevada al mismo privilegio de las personas divinas, de
hollar la tierra con pies desnudos e ilesos.
El bosque embelesado se mudó repentinamente en un cantizal y el flagelo
del relámpago azotó las higueras condenadas a la esterilidad.”
— leído un lunes 9 de noviembre de 2009 00:36 —
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